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Guerra i pau.

El Punt. 17 de marzo del 2003.

Guerra y paz.

Narcís-Jordi Aragó

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Estoy absolutamente avergonzado de pertenecer a un estado con un presidente de gobierno que se ha metido allá donde no le pedían y nos ha enfrascado a todos en una aventura bélica que solamente quiere él. ¿Qué tenemos que ver los catalanes con el ardor guerrero del señor Aznar?

Ferran Soldevila, en el año 1966, publicó un ensayo sobre nuestro espíritu belicoso a lo largo de la historia, y concluyó que al llegar a la época actual se había aguado y apagado del todo. Diez años antes, Carles Fages de Climent imaginó qué habría pasado si en 1213, en la batalla de Muret, las tropas catalano-occitanas del rey Pere I hubiesen abatido los cruzados franceses de Simón de Montfort. En una conferencia memorable, afirmó que la capital del mundo habría sido Vila-sacra –entre Figueres y Castelló d’Empúries–, y describió con detalle las instituciones y los altos cargos de aquel hipotético imperio catalán, pero no previno que la capitalidad mundial ampurdanesa contase ni con ejércitos ni con cañones, ni con tanques ni con barcos de guerra.

Cuando la conferencia –ahora reeditada– se publicó por primera vez, el prologuista, Alexandre Deulofeu, hizo notar que aquella desmilitarización radical era perfectamente coherente con el talante catalán, totalmente carente de espíritu hegemónico, y demostró con datos históricos que en la mentalidad de nuestros grandes reyes, incluyendo el Conquistador, no hubo nunca la idea de una dominación universal.

También Soldevila, después de pasar revista a los hechos bélicos de la historia de Cataluña, aplicó al presente una frase dicha tres siglos antes por el conde de Oñate y recogida por el historiador portugués Francisco de Melo, cronista de la Guerra de los Segadores: «En los tiempos modernos los catalanes han amado la paz, como han de amarla todos los hombres gobernados por la razón».

Ahora, en cambio, parece que volvemos al clima de la Guerra Civil descrito por Georges Bernanos y contemplamos como, perdida la razón, «la cólera de los imbéciles llena el mundo».