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Histories argentines (II).

Historias argentines (II).

Juli Gutièrrez Deulofeu

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Juli Gutierrez Deulofeu.

«Sobre como Alexandre Deulofeu –que traducido del catalán significa «Dios lo hizo»– viajó a la Argentina».

El viaje de Alexandre Deulofeu a Buenos Aires debe entenderse como un magnífico corolario a una vida, dilatada, dedicada a la Humanidad, a la causa de la Paz. ¡Cuántas veces Deulofeu se exclamó, lamentando el escaso eco que en Europa y en su Cataluña natal había tenido su teoría!. Caramba. Tuvo que ser un argentino quien descubriera, reconociera el cabal descubrimiento del historiador catalán. Y fue ese mismo argentino quien decidiera viajar en abril de 1977 a Figueres, ciudad donde vivía el viejo sabio, ciudad conocida por doquier porque en ella nació, y vivía, todavía, en aquellos días Salvador Dalí.

Abelardo Gabancho era el nombre del argentino mencionado que por aquellos días ejercía de Capitán de navío retirado. El retiro lo aprovechó para ejercer una de las habilidades humanas que parece que a menudo que avanzan los tiempos va quedando relegada a un segundo plano. La habilidad, diría incluso, la obligación de pensar. Pensaba, observaba su ciudad y su país y lo hacía en clave intemporal, global, buscando respuestas a las preguntas que desde el alba de los primeros tiempos los filósofos se han hecho sin conseguir resultados demasiado esperanzadores.

Por alguna razón adhirió incondicionalmente a la causa catalana, a la causa de la cultura catalana. Quizás en contraposición a la realidad de su país. La historia de Cataluña se remonta al año 800 de nuestra era. Para él, el pensamiento de esta cultura ponía de relieve la continuidad que adquieren las corrientes evolutivas, que nacen a veces en el pasado muchos siglos atrás, se proyectan en el futuro y continúan teniendo vigencia en el presente momento, y esto era muy importante para Gabancho, que las encuentra respaldando a una vigorosa conciencia ciudadana. Y añadiríamos por nuestra cuenta, una vigorosa conciencia nacional, sin el respaldo de un Estado. Más bien todo lo contrario.

Anhelaba para su país la misma conciencia, ciudadana y nacional. Obviamente sabía que su país era muy joven, apenas un suspiro comparado con el largo camino del pensamiento catalán, heredero a su vez de una larga trayectoria civilizadora que se iniciaba en las costas de la Jonia. La Argentina contaba con una ventaja importante, su juventud, y Gabancho encontró pronto una guía para poder explicar el proceso evolutivo de los pueblos. Esa guía tenía un nombre: Alexandre Deulofeu.

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