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Del polifónico imaginario d’Alexandre Deulofeu (VIII).

Del polifónico imaginario de Alexandre Deulofeu (VIII).

Sobre la fi de la diversitat.

Juli Gutiérrez Deulofeu

Ir al artículo anterior: «Del polifónico imaginario de Alexandre Deulofeu (VII). Zapatero & Rajoy o la herencia de Cánovas y Sagasta».

Sobre el fin de la diversidad.

Juli Gutierrez Deulofeu.Escribo este papel desde Zaragoza. Estoy sentado en un banco en la Plaza de España, voy ataviado casi de verano, sentado en un banco y hace frío. He llegado con el AVE, la eficacia de este ingenio me hace poner en duda muchas cosas. No dudo del impacto de las grandes infraestructuras sobre el territorio, pero pasa que he tardado menos de 80 minutos para llegar desde Barcelona a Zaragoza. Menos que de Figueres a Barcelona. Por lo tanto, se impone la pregunta: ¿queremos vivir en el siglo XII o en el siglo XXI?. Me acompaña en este papel el consejo sabio de una bella amiga, bióloga, que estudia veterinaria en la capital aragonesa. El problema, dice, es que no se piensa nunca en hacer corredores ecológicos. Entonces los animalitos quedan rodeados por estas construcciones y las poblaciones quedan fragmentadas y aisladas, impidiendo el intercambio genético. Las consecuencias: la diversidad genética dentro de cada núcleo poblacional disminuye y las poblaciones se convierten en genéticamente insostenibles. Aumenta la endogamia y entonces todas son igual de sensibles ante una perturbación. Una solución paliativa, pero no la única ni definitiva, son pues los corredores ecológicos que posibilitan que los animales puedan cruzar estas infraestructuras y que las poblaciones estén comunicadas unas con las otras y, también, diseñar recorridos que intenten fragmentar el territorio lo menos posible, claro que darían más vueltas, costarían más dinero y no serían tan rápidos, por lo tanto nos encontraríamos de nuevo con la palabra mágica: sostenibilidad y equilibrio.

Más curiosidades. Justamente recién llegado y mientras me espero paseo por el «Paseo de la Independencia». Tengo hambre y entro en un café que pertenece a una de estas cadenas distribuidas por todos sitios. Qué más da el nombre. El hecho destacable es que no he tenido de hacer servir el castellano para nada. He sido atendido por un valenciano afable y risueño. ¿Existe realmente un conflicto lingüístico real y provocado por los demás?. Cada vez estoy más seguro que la culpa es solamente de los catalanes, de aquellos catalanes que se avergüenzan de ser quienes son. Yo he entrado y me he dirigido al señor con un «bon dia» («buenos días») y él ha contestado con un valenciano musical e impagable. Más tarde, a la hora de comer, en el restaurante «La Toscana» después de un ágape pantagruélico compuesto por una excepcional «provoleta», pensada con el espíritu y de unos ñoquis con salsa de setas y trufas, acompañado de un Lambrusco rosado de claras reminiscencias mediterráneas, pido, olvidando donde estoy, supongo que felizmente iluminado por el festín y la compañía, la cuenta con un catalán impecable. El camarero sonríe y me la trae. Mi acompañante mueve la cabeza y me mira una vez más. Salimos del restaurante y pasan por delante nuestro los autobuses. Uno hace la ruta «Compromiso de Caspe». Otra vez se me revuelve el estómago. En Barcelona ya no existe la calle Compromiso de Caspe. En Barcelona hay la calle Caspe, no fuese que a alguien le diese por preguntar que caramba significa tal compromiso… y la Plaza del rey. ¿Cual rey? ¿Juan Carlos I? Podría serlo, de hecho cualquier turista posiblemente lo piense. Pero resulta que hasta hace poco… a comienzos de la restauración democrática, la plaza se llamaba del rey… Martín el Humano. Y vamos haciendo. Acabando poco a poco con nuestro imaginario colectivo, con aquellos referentes que nos otorgan la originalidad de la diversidad, pero parece que los que mandan se entestan con acabar con la diversidad de especies, razas y culturas. Y es que estos que mandan dan para lo que dan. Por cierto, mientras comíamos comento a mi acompañante una nota pequeña que sale en La Vanguardia. Explica que hay un pájaro, el carbonero común (Parus major), que se anticipa al cambio climático. El animal ha modificado su calendario de cría para adaptarse al cambio climático. El estudio demuestra que el carbonero se anticipa a los cambios en el medio ambiente con el objetivo de mantener su población y los niveles de reproducción. Ella comenta que las mutaciones, los cambios, aparentemente azarosos, siempre preceden al cambio. Y pienso que la naturaleza es sabia, pero no acaso los hombres. Y como ejemplo paradigmático los grises responsables de los departamentos de medio ambiente del Ayuntamiento de Vilafant. En Vilafant hay numerosas rotondas. Hasta ahora, cubiertas de hierba verde. Pues bien, los responsables de este departamento y muy probablemente aconsejados por su peor enemigo, han substituido la hierba que había, por especies supuestamente adaptadas a la falta de lluvias que alguien se entesta en convertir en la gran amenaza del siglo. Pues bien, en este caso la mutación no ha sido azarosa, ni se ha avanzado al cambio anunciado. Sencillamente, porque este invierno ha sido especialmente lluvioso, lluvioso tratándose de un invierno mediterráneo, seco por definición. Entiendo, pues, que la mutación se ha convertido en una solemne tomadura de pelo por la ciudadanía que ha visto una vez más como los caudales públicos se utilizan tan mal como saben. Para acabarlo de arreglar se ha iniciado una campaña dirigida a localizar todas las piscinas ilegales, entendiendo por ilegales aquellas que se han construido sin permiso, por lo tanto sin pagar la correspondiente licencia, sin haber hecho los proyectos visados, en definitiva, evitando engordar las arcas del ayuntamiento y del colegio de arquitectos, unidos claramente por deseos inconfesables. Está claro que este afán recaudador tiene su explicación en el declive brutal de la construcción, otro hecho que nadie en los últimos consistorios de Vilafant supo prever. Ahora Vilafant, que prácticamente vive de estos ingresos, tendrá que hacer ejercicios malabares para poder subsistir sin asfixiar a la ciudadanía. Pero, claro, en un municipio donde un porcentaje elevadísimo de viviendas son unifamiliares y con magníficos tejados, a nadie se le ha ocurrido subvencionar la colocación de canaleras que recojan el agua y, en vez de lanzarla a la calle, calles que se convierten en ríos torrenciales demasiado frecuentemente, abocasen el oro azul en cisternas situadas en lugares discretos de las viviendas. De esta manera, y sin ningún gasto, el ahorro de agua se convertiría en una realidad y sería posible eliminar el tan poco democrático canon de agua.

Ya que hablo de Vilafant, repasando la revista Ressort de ERC de Figueres, veo los excelentes sueldos de los regidores del Ayuntamiento de Figueres. Vaya, también, ¡vaya con los sueldos que se reparten en Vilafant!. En Vilafant y en tantos municipios del Principado. Las grandes escuelas de negocios hablan de la excelencia profesional, un mínimo de diez años para alcanzar unos ingresos adecuados a sus conocimientos. Pues resulta que en Vilafant, y en tantos otros sitios de nuestra geografía, hay quienes, sin oficio ni beneficio, incapaces de triunfar en su vida profesional, encuentran en las ubres de los consistorios municipales la solución a todos sus males. Y con este pareado, hasta aquí.

Juli Gutièrrez Deulofeu.

Publicado en el Setmanari de l’Art Empordà (Semanario del Alto Ampurdán).