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Del polifónico imaginario d’Alexandre Deulofeu (V).

Del polifónico imaginario de Alexandre Deulofeu (V).

Del cura Merino a de Juana Chaos

Juli Gutièrrez Deulofeu

Ir al artículo anterior: «Del polifónico imaginario de Alexandre Deulofeu (IV). Sobre la decadencia de Occidente, un festival del espíritu».

Del cura Merino a de Juana Chaos.

Juli Gutierrez Deulofeu.Reconozco mi fascinación por el universo deulofeuniano, idealizado, quizá, en algunos momentos. Ahora sé, sin embargo, que no es por suerte un hecho ligado a la genética. Prefiero dejar estas limitaciones a la libre voluntad de escoger a los animalitos. Por la misma razón discrepo de aquellos que dan tanta importancia al instinto en las elecciones del ser humano. Una fácil y débil excusa para explicar tantos fallos y propensiones.

Bien, estoy satisfecho porque, de lejos, más allá de las comarcas ampurdanesas, hay quien se adhiere incondicionalmente a la causa deulofeuniana. Que es lo mismo que decir, a la causa del libre pensamiento, de las no ligaduras a dogmas y doctrinas, a la de la duda continuada, a la de la exigencia de escuchar la conciencia, a no afirmar ninguna verdad como absoluta, pero en ningún caso, renunciar a su investigación. Pienso en unos cuantos nombres, no están todos, pero los traspaso en el papel. Creo que se lo merecen. Brauli Tamarit, infatigable trabajador que salvaguarda el futuro de todo el pensamiento deulofeuniano, en un sentido universal del mismo. Amigo también. Y los escritores, y defensores de la universalidad también, pero desde la individualidad de nuestro país, amigos también: Xavier Garcia, Jordi Salat y Jordi Solé i Camardons. Pienso que hacía falta nombrarlos.

Sigo la vieja costumbre de leer los periódicos. Van plenos de noticias diversas. La mayoría descorazonadoras, llenas de contradicciones y señalando, dirigiendo el pensamiento de los lectores. Y encuentro a faltar la queja, la voz crítica de los columnistas. Aquello que era blanco se convierte en poco tiempo en negro y al revés. Y no pasa nada. Pero sé positivamente que esta crítica existe, escondida bajo la dermis de una sociedad miedica y espantada. Y debajo de este «Estado de miedo» hay la mano negra de nuestros gobernantes que favorecen cada vez más los miedos más particulares. Eso sí, siempre lo hacen por nuestro bien. Todo es por nuestro bien.

Estos días el Partido Popular amenaza con llenar el país de manifestantes contrarios a la excarcelación, al perdón, decidlo como queráis del ¿asesino, terrorista, patriota? De Juana. Veinticinco muertes en su conciencia. Son muchas. Seguro que serán muchos los españoles que saldrán a la calle, fracturando un poco más nuestra sociedad. Y, no nos equivoquemos, no todos serán de la ultraderecha cavernaria. Mientras tanto, el gobierno de Zapatero, en otra de sus increíbles maniobras, intentará dar una respuesta creíble al porqué de la excarcelación del etarra. Y tampoco, como ha demostrado hasta ahora, sabrá decirnos donde quiere ir a parar. O quizá sí lo sabe, pero no nos lo quieren decir que todavía es peor. Esto lo llaman intelectualismo moral.

Y a continuación un ejemplo de las múltiples contradicciones de nuestra sociedad, que solamente sabe quejarse, salir a la calle a expresar sus miedos particulares y que, en cambio, resta impasible ante los abusos que sufren los inocentes. Hace pocos días los periódicos se hacían repercusión, no demasiado, de la violación, perdón, abuso sexual de un pederasta que sodomizaba bebés. Claro, no podía hablarse de violación porque las criaturas no podían defenderse, esto atenuaba el castigo del malhechor. Así lo afirmaba el fiscal, el cual no califico para evitarme problemas. Es curioso que todos aquellos que salían a la calle quejándose por el perdón al etarra –que por cierto ya había cumplido la condena por los asesinatos pasados–, todos aquellos periodistas que se encargan de calentar a la masa denunciando el peligro de rompimiento de la nación española, callan y se esconden ante un hecho que es mucho más lamentable y execrable. Los datos son espeluznantes, más de cien millones de niños son explotados sexualmente en el mundo. Esta industria del miedo solamente es superada por otras dos que dan todavía más beneficios: el tráfico de drogas y el tráfico de armas. Yo todavía espero una manifestación contra los crímenes que afectan a los inocentes. Pero sé que actualmente no llegará. Ojalá me equivoque.

Acabo con un añadido. Muy probablemente, bien, seguro, de aquí unos veinticinco años Euskadi sea un país, un Estado libre. Del que conocemos ahora como España, solamente quedará el recuerdo. Europa habrá alcanzado unas formas impensables. Con esto lo que quiero decir es que las muertes provocadas por De Juana habrán sido totalmente inútiles, gratuitas, indecentemente gratuitas, como todas aquellas causadas por los intereses políticos y por la incapacidad de pensar que vivimos en un mundo en constante movimiento, que no se detiene nunca. De hecho y, salvando las distancias, podríamos asimilar a De Juana con el famoso cura Merino1… Lo que me temo, es que de aquí veinticinco años no habrá bajado la cifra de niños explotados sexualmente en el mundo y por lo tanto la falta de reacción de nuestra sociedad hacia este hecho certificará definitivamente la muerte, la defunción de la misma. Y hoy, en este nuevo paseo por el polifónico imaginario de Alexandre Deulofeu, la música que se escuche, de lejos, pero que parece acercarse cada vez más de prisa son las notas, tenebrosas de una macha fúnebre.

1El cura Merino, uno de los muchos exponentes de la guerrilla peninsular que luchó contra Napoleón, se caracterizaba, como explica el historiador Joseph Pérez por su lucha despiadada, hecha de brutalidad y crueldad. Está claro, sin embargo, que luchaba contra el invasor francés y quizá eran otros tiempos. ¿No tan diferentes?

Juli Gutièrrez Deulofeu.

Publicado en el Setmanari de l’Art Empordà (Semanario del Alto Ampurdán).

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